Por: #ColaboradorSportlast Gonzalo Águila Escobar
Si no se publica en las redes sociales, nunca has subido ese puerto. Si no cuelgas un comentario en Facebook, nunca has escalado esa montaña. Y si no subes una foto a Instagram nunca has terminado un triatlón. Así es la era que nos ha tocado vivir. Antes valía solo con el único placer de saber que lo habías logrado y ni siquiera había cámaras a mano que atestiguaran aquel hito; valía la palabra y la palabra lo era todo. La palabra se hacía forma a modo de relato que se contaba a los compañeros de fatiga junto a una cerveza o a un vino y ese relato bastaba. Y por encima de todo estaba el momento, la instantánea sentimental de la vista de pájaro en aquella montaña, aquel pelo erizado apoyado sobre el manillar, e incluso, aquellas lágrimas cruzando la meta, recordando el esfuerzo, el tesón y las horas de entrenamiento que te habían llevado hasta aquella línea, y la dedicatoria centesimal a quien ya no está contigo… Y todo eso pasaba en el interior de cada uno y se vivía el momento alargándolo infinito para saborear bien lo vivido.
Apenas queda nada de eso. Rápidamente cortamos ese caudal, -aunque abasteciera sobradamente-, y centramos toda nuestra atención a la necesidad imperiosa y creada de contarle a los demás lo que hemos vivido en un formato en el que difícilmente cabe todo lo que antes hemos dicho: a veces son unos pocos caracteres, otras el público tan extenso nos impide verternos lo necesario, y otras es el ego y la necesidad de likes lo que nos atrae y nos pierde en el camino.
Y luego están los KOM y las rutas largas, y los registros personales, y las aplicaciones que nos miden y nos comparan, y nos pican y ponen en una lista y cuantifican cuánto hemos tarda en subir o bajar un segmento,… Y entonces se crea la figura de los cazadores de KOM, esa especie que cada vez crece más en nuestro entorno y que dedica sus salidas de bici o de correr a conseguir esos tesoros o quitárselos a otro, o quedar por encima de Fulanico y que ese Menganico no me gane.
Y así, sumando, cada salida se convierte en un escaparate que debemos adornar y cuidar aumentando la media, el desnivel, la distancia y la pirueta cada vez más arriesgada y el deporte se convierte en un circo, en unos escaparates en Navidad, en una exhibición constante.
Acabo de llegar de entrenar y miro mi dispositivo a ver si se me ha cargado la etapa… Bien, ya se ha subido a la plataforma, voy a añadirle una foto. Mira, ya tengo 10 kudos. Ya puedo dormir tranquilo.