Y llegó el Día del Padre. Además lo hace en un mes de marzo que comenzaba reivindicando la dignidad de la mujer, que continúa con ruido de traca valenciana y humo de fallas que hacen de teloneros de una Semana Santa que este año llega con antelación.
En medio, la figura del padre asoma la cabeza y reclama un espacio que no tiene muy claro cómo ocupar. Y es que la figura del padre se siente un tanto agitada. De repente encuentra ante sí una sociedad que le reclama hacerse presente en la vida de los hijos más allá de asumir un papel delegado por la madre o como mero requerimiento biológico.
No sé si este es un gran momento que los padres esperábamos. Quizá no todos. Sin embargo, está ahí, es una oportunidad que nos obliga y compromete, pero también nos ayuda a conectar con los nuestros.
La responsabilidad que implica el Día del Padre
Aprovecho para recordar que la condición de padre va ligada a la de hijo. Lo que eres y haces como padre es siempre una referencia para ellos. Por ello hay que presta una gran atención y tener en cuenta que esta responsabilidad no es algo opcional.
Propongo que este año en el día padre, entre regalos y abrazos, se cuele un momento para la reflexión. Que sea un rato tranquilo en el que pensar si lo que hacemos y lo que somos como padres es lo que nos gustaría que vieran nuestros hijos. El día del padre debería celebrarse los 365 día del año, a lo largo de los cuales se deberían moldear y acrecentar los valores, consejos y sentimientos que florecen como resultado de ese vínculo entre generaciones.
Recordad, ellos observan siempre. Todavía queda mucho por hacer y todavía no es tarde para poner en práctica nuestros retos.
¡Felicidades a todos los padres del mundo!